VII

5 Enero 2012

-Ya sabes lo que dicen: no se puede hacer una buena tortilla de patatas sin huevos.
-¿Y eso que se supone que quiere decir?
-Que no existe ningún dictador se pueda considerar loco si no tiene ideas descabelladas. –Contestó Sid.

3 de la madrugada. Algunos de ellos ya habían vuelto a casa, ya que las vacaciones estaban a punto de terminar y había que aprovechar los pocos días que quedaban para estudiar antes de los exámenes cuatrimestrales. Así que, a excepción de aquellos que aún estudiaban en el instituto y de los que llevaban bien la materia que había que repasar, decidieron acostarse pronto para poder madrugar al día siguiente y empezar pronto con el desgaste de codos que correspondía a la época.

Pero claro, como él siempre decía, las vacaciones eran para disfrutar y no para pasárselas estudiando, y pensaba aprovechar hasta el último día. De modo que estaba junto a Sid, el Charlie y Sanchis en la plaza que había cerca de casa de Cristina (la cual se había ido a dormir al poco de llegar, como era costumbre), tal y como venían haciendo desde que cerraron el parque. Aquel había sido un día muy raro. Normalmente, desde que descubrieron el alcohol y las drogas hacía ya unos cuantos años, todos los días que seguían a la Nochevieja resultaban extraños por el efecto de la resaca, que cada año parecía alargarse más y más. Pero en aquel día sucedió algo que se convirtió en el tema de conversación de todo el mundo.

Y por supuesto, ellos no fueron la excepción.

-Sea como sea, yo creo que ese tío se tomó demasiado LSD cuando era joven… -Para Sanchis, la causa de que un líder mundial tomara decisiones absurdas siempre era una juventud demasiado acelerada. Pese a ser la chica más activa de todo el grupo (el hecho de que fuera la última en permanecer de pié aquella noche lo demostraba) era también la persona más limpia de la pandilla: no sólo no tomaba drogas, ni fumaba, ni apenas bebía, sino que además era la única que estudiaba gracias a una beca deportiva proporcionada gracias a las continuas victorias de su equipo de futbol sala femenino. La mayoría de ellos creían que decidió empezar a hacer una vida completamente sana cuando se enteró de George Bush había sido alcohólico. No sabían si pretendía llegar a ser alguien importante, pero estaba claro que pensaba que un ritmo de vida como el suyo le permitiría un futuro más o menos cuerdo.
-También podría ser que ha visto demasiadas películas de ciencia ficción… porque yo aún no me creo que hay sido capaz de hacer algo así. ¿Y cómo cojones es posible que siga vivo…?
-Bueno, hay gente que lleva marcapasos. A lo mejor funciona igual, ¿no?
-Pero Charlie, tío… ¿Qué se supone que pasará si le da un ataque al corazón?

Eso era lo que más le preocupaba. El dictador loco del que se alzó hace más de un mes en el Congo, el tal Philip Wellington (ese era su nombre verdadero, pero cuando llegó al poder se lo cambió por otro un tanto impronunciable), surgió en las noticias diciendo que se había sometido a una operación, en la que se había instalado en su organismo un dispositivo que, en el caso de que fuese asesinado por alguno de sus rivales políticos, desataría lo que él llamó El Fin del Mundo. Nadie sabía de qué estaba hablando exactamente, hasta que un avergonzado presidente de la OTAN salió en las noticias anunciando algo que, no sólo puso el mundo patas arriba en cuestión de horas, si no que confirmaba las amenazas de aquel insano dirigente por la fuerza.

Charlie pareció sopesar por un momento las posibilidades de que aquel tipo tuviese razón, mientras le daba una calada al cigarrillo.

-Bueno… vamos a suponer que lo del chip en su corazón fuese mentira. Y por otra parte, vamos a suponer que las sospechas de la OTAN fuesen ciertas. Eso significaría que si muere asesinado, tendrá a alguien que “apretará el botón rojo”, si es que eso llega a ocurrir. Por lo tanto, ése “alguien” tendrá ordenes de no apretar el botón si el tal Wellington muere de forma natural.
-¿Y qué me dices de la cicatriz que tiene en el pecho, que enseñaron por la tele? ¿Y el tiempo que estuvo sin hacer apariciones públicas, porque estaba en el hospital?
-También es humano. Podría haber sufrido un infarto. O incluso puede que alguien intentase matarlo, y se ha inventado esa historia del dispositivo para encubrirlo. Recuerda lo que Chávez decía de Fidel, que se había recuperado y que se dedicaba a dar paseos por la calle y todo, cuando llevaba ya tres meses muerto.
-Bueno… tal vez tengas razón. Al fin y al cabo, se han visto estrategias políticas más bizarras.
-Claro hombre, ya verás como todo queda en la típica chulería que al final no sirve para nada.

“Aún así, la desaparición de las armas de destrucción masiva sigue siendo preocupante… ¿Y cómo es posible que un grupo terrorista tan pequeño las robase como si nada de las naciones más poderosas del mundo, en cuanto a fuerza militar se refiere?”

En ése instante, se le pasó por la cabeza una idea más inquietante que el hecho de que un dictador loco hubiese proclamado una amenaza que parecía sacada de un villano de ciencia ficción clásica, una idea que le vino al recordar cierto comentario que leyó en…

-En internet… Hay algunos internautas que dicen que todo lo que este tío ha hecho, o lo que ha hecho el grupo terrorista que lidera, es en realidad una estrategia política.
-O sea, una estrategia política para asustar, ¿no? –Dijo Sid.
-No, no es eso… me refiero a una treta de algún otro país.
-Tío, no tengo ni puta idea de lo que estás hablando –Charlie lo miraba como si la conversación estuviese tomando un rumbo absurdo hacia a un lugar al que él no estaba seguro de querer ir.
-A ver si me entendéis… No se si sabíais ya que el dictador que gobernó durante los ochenta en Panamá, ese tal Noriega, era en realidad un ex agente de la CIA, o algo así, que puso ahí Bush padre para controlar a su antojo los recursos naturales del país.
-¡No me jodas! ¿Me estás diciendo que el tal Wellington está ahí por intereses económicos de otros? –A juzgar por la forma en la que lo dijo, Charlie no parecía creérselo, y mucho menos proviniendo esa información de una fuente tan poco fiable como los rumores que circulaban por internet.
-Pero lo de Noriega es verdad, –Afirmó Sid- aunque tengo entendido que agente de la CIA no era, pero si mantenía relaciones estrechas con los yanquis.
-¡No sé, tío! -Siguió- Aunque este tipo está bastante ido de la olla, sigue siendo posible.
-Ya, pero…-A Charlie se le acababa de ocurrir algo más- ¿No te parece que se está metiendo demasiado en su papel? Quiero decir, si el hijo de puta ése es de verdad un agente de la CIA, o un amigo de los yanquis, ¿Porqué iba a amenazarles tan directamente? No sé, yo no mordería la mano que me da de comer.
-Tal vez tú no, pero a todos los dictadores que han puesto los EEUU en algún lugar, parecen gustarles el sabor de la carne humana, –Contestó Sid- porque Noriega acabó siendo encarcelado por los americanos al traicionarlos. Y recuerda también a Bin Laden.
-Bueno, eso es otra cosa. También se dice que en realidad los atentados del once de septiembre fueron una farsa para que Bush pudiese…
-¡Pero tíos! –Sanchis dejó caer su voz en medio de la conversación como un hacha cortando una barra de mantequilla- ¿Os estáis dando cuenta de lo que estáis diciendo? Jaja, ¿Conspiraciones mundiales para controlar el qué? Uno de los países más pobres del mundo… Oh, ¡Jaja! En serio, deberíais plantearos lo de dejar ya las drogas.
-Ya ves, cómo la hemos flipado en un momento… -Charlie se relajó, sonrió, y le dio otra calada al cigarro- Es una pena que no existan de verdad todas esas teorías conspiratorias. Así, el mundo sería más sencillo de entender…
-Pues yo no estoy del todo seguro de que todo eso sea mentira… pero en fin, ahora mismo no es momento de preocuparse por esas cosas… -Y luego, Sid añadió:- No hasta que terminemos los exámenes, o al menos yo.

Tres cuartos de hora después, decidieron que ya era hora de volver a casa, así que Sid y Sanchis se fueron cada uno en dirección a sus correspondientes casa, mientras que él y el Charlie se fueron en la misma dirección, ya que vivían relativamente cerca el uno del otro.
-En serio, tío. Te pasas demasiado tiempo en Internet. Tal vez deberías salir más…
-¿Salir más? ¡Si salgo más no estudiaré una mierda!
Los dos rieron, y luego siguieron caminando en silencio hasta que recordó algo que mencionaron cuando estaban los cuatro juntos en la plaza.
-¿Sabes? Hay algo en lo que no habíamos caído en la cuenta antes.
-¿El qué?-Preguntó el Charlie.
-Sanchis dijo que era absurdo que se quisieran controlar países pobres mediante dictadores manipulados por otros gobiernos…
-Sí, ¿y que?
-Pues… que resulta que esto no es lo mismo. Mira, buscando información en…
-Sí, en internet, me lo imagino.- El Charlie interrumpió de inmediato - ¿Qué absurda teoría has encontrado?
-No es una teoría de esas, es un hecho registrado en cualquier atlas. Verás, resulta que Wellington no se ha apoderado precisamente de un trozo de tierra sin valor.
-¿Ah, no?
-No… el jodido inglés ha asentado su culo medio negro en uno de los mayores depósitos de oro, diamantes, petróleo y coltán de la tierra.
-No me jodas…
-Lo que tiene en su poder no es el país más pobre del mundo. Lo que tiene en sus manos es la mayoría de los recursos naturales que se necesitan para vivir hoy en día.

“En definitiva, ése tío se ha hecho dueño del tesoro más grande del mundo. El tesoro que permitía hasta ahora que el primer mundo mandase sobre el resto de países”.

Hasta ahora…



Día 401 tras el Apocalipsis

-Hasta ahora, no nos habíamos enfrentado a una situación como ésta. Es algo que habría que manejar con sumo cuidado.
-Diablos, Achmed, no sé qué es lo que pasa contigo –el que hablaba era un hombre con bigote, que levaba una gorra vieja de color indeterminado, posiblemente, rojo, antes de pasar demasiadas horas al sol- No estamos hablando de una mina de oro. Estamos hablando de una gallina vieja.
-Estamos hablando de la que posiblemente sea la última gallina del mundo.

Era de noche en el molino que servía de zona común, después de la hora de cenar. A excepción de los niños y de los enfermos que no debían acostarse tarde, en aquel momento se encontraba reunida toda la aldea en aquel edificio de forma circular. Era la primera vez que el Caminante los veía a todos reunidos para algo que no fuese comer, y la mayoría de veces era difícil verlos a todos a la vez por problemas de sillas.

Concretamente, por falta de sillas.

Pero aquella noche era diferente. El descubrimiento de la asustada ave de granja que se encontraba en esos momentos presa en una jaula roída por el óxido en el suelo, con una piedra encima para evitar que se fugase, hizo que el generador eléctrico que Ángel había descubierto pasase inadvertido, aunque él intentase recordarles la importancia de algo así en la aldea. Todos querían estar allí para verla, y si hacía falta estar de pié no había más remedio que estarlo. “No es más que una gallina, y se comportan como si nunca hubiese visto una… Aunque claro, la verdad es que hace más de un año que yo no veo tampoco ninguna”. Como era de esperar, la noticia del descubrimiento recorrió como un rayo todo el pueblo, y se acordó una reunión durante la noche siguiente para decidir qué hacer con el animal. Ahora verás cómo funcionan las cosas por aquí, le dijo Ángel. Era un tanto absurdo convocar una asamblea por una gallina, pero esa gallina iba a alimentar a medio centenar de bocas… aunque aún no estaba claro cómo.

-Yo creo que deberíamos comérnosla. Las gallinas viejas no sirven para poner huevos.
-¿Y tú cómo sabes que está demasiado vieja para eso? –Le preguntó alguien del fondo al hombre de la gorra.
-¡Pues porque simplemente lo sé, joder! Una vez, criamos gallinas en un corralillo que teníamos en la casa de mi madre en…
-Pues yo no la veo tan vieja… a lo mejor es que sólo está sucia y un poco desplumada.
-¡Cojones Dora, no me cortes a mitad de la frase, que no soy tu marido!
Dora estalló en grandes carcajadas que sonaron como cacareos, y varios la siguieron. La gallina se removió intranquila en su jaula, al oír que aquel sonido, que le resultaba tan familiar, surgiendo de un humano.
-Lo que está claro es que aún no podemos decidir nada… -Achmed siguió hablando cuando las risas cesaron y encontró un pequeño instante de silencio para continuar- ... en mi humilde opinión, creo que deberíamos esperar a que pusiese algún huevo. Si puede hacerlo, es porque aún es demasiado joven para ser sacrificada.
-Ay, Achmed, ¿desde cuándo tu opinión es humilde? –preguntó Dora- ¡Eres el único hombre que conozco que de cada tres frases que dice, al menos dos tienen sentido! Si uno que yo me sé fuese como tú…
La sala volvió a llenarse otra vez con el cacofónico sonido de decenas de personas riéndose.

Pese a que el ambiente que había en la sala no era para nada lo que podría llamarse de discordia, el Caminante no estaba para reírse o para tomarse aquello con paciencia. Ángel pareció darse cuenta de que no dejaba de llevarse la mano a la sien.
-Oye, ¿te encuentras bien?
-Sí, es que me duele la cabeza…
El médico le cogió la cabeza entre ambas manos y empezó a examinarle todo el cráneo, buscando algún bulto o alguna herida.
-¿Estas seguro de que no te diste contra la viga?
-Que sí, hombre. Debe de ser por los días tan secos que estamos teniendo…
-No lo creo, nunca pasas demasiado tiempo al sol como para que…

El hombre de la gorra descolorida estaba pidiendo silencio de nuevo. Al parecer, él tampoco se lo estaba pasando tan bien como los demás.
-A ver, esperad un momento, a ver si me aclaro… ¿Cuándo elegimos a Achmed como líder de nuestro grupo? ¿Es que ahora debe ser él el que tome las decisiones sólo porque a Dora le gusta?
-¿Pero qué demonios le pasa a ése tipo? –Pregunto el Caminante a Ángel.
-Al parecer, nunca le ha caído bien. Ya sabes, Achmed tiene esa forma de ser que resulta magnética para todos... bueno, para casi todos. Es como si fuese un maestro Jedi, ¿me sigues? Pero por alguna razón que desconozco, al camionero este nunca consiguió ganárselo. Debe de tener una mente muy resistente o algo así.
-¿Y no es posible que se peleasen cuando aún estabais en el refugio?
-No sé, tío… La verdad es que yo no empecé a relacionarme con los demás hasta que no salí de allí…

-¡Callaros un momento! –Esta vez, la que habló fue la propia Dora- ¡Que os calléis, hombre! Mira Marcial, para empezar, yo no he dicho que me guste Achmed… Pero tengo que reconocer que es el único que, desde que lo perdimos todo, ha mantenido la calma sin dejarse llevar por el pánico, y eso es algo que le ha permitido pensar las cosas con tranquilidad. Algo que creo que tú no haces… De hecho, creo que nunca fuiste capaz de pensar nada. ¡Hasta el bobo de mi Miguel es el doble de inteligente que tú!
Tras esto, Dora y los que estaban a su alrededor volvieron a reír como un gallinero a rebosar, incluido su propio marido. El hombre de la gorra descolorida, al que Dora había llamado Marcial, tenía su sonrojado rostro más colorado aún.

-¡Me parece que aquí soy el único que no ha perdido la cabeza! ¡Os recuerdo que vuestro amiguito era aprendiz de imán! –Señaló de forma acusadora en dirección a donde estaba Achmed- ¿Es que no os habéis dado cuenta? ¡Este tipo os está manipulando para convertiros a SU religión! ¡Todos los moros quieren hacer lo mismo!

En ese momento, toda la alegría y el buen ambiente que había en la sala desaparecieron, para dejar paso a los gritos y a la crispación.
-¿¿PERO CÓMO TIENES LOS COJONES DE HABLARLE ASÍ A MI MARIDO!? –Dalla, que había permanecido hasta ése momento en un calma absoluta, estaba hecha ahora una diosa de la tormenta, cuya furia divina era capaz de asustar incluso a la indomable Dora, que retrocedió unos pasos con el rostro pálido.
-Por favor cariño, cálmate… -Achmed cogió cariñosamente a su mujer por los hombros, hablándole en un tono tan tranquilizador que habría sedado a una manada de elefantes rabiosos.
-¿Cómo quieres que me calme? ¿Has oído lo que te ha dicho?
-¡Eh, Achmed! ¿Porqué no sueltas a tu esposa y dejas que se desahogue conmigo? Seguro que en casa la tratas como un felpudo, y necesita descargarse contra un católico practicante como yo, ¿eh?
-Calmaros todos –El tono que usó el hombre resultó ahora imperioso, pero seguía usándolo con una calma absoluta- Si bien lo que ha dicho Marcial es cierto, tengo algo que contaros… Veréis, es verdad de que antes de que… en fin, de que ocurriese todo, yo era ayudante del imán de la mezquita que había en mi barrio. Supongo que no lo sabéis, pero en el Islam no hay un clero como en las otras religiones. El Corán mismo dice que cada hombre puede ser su propio imán, si sabe rezar como es debido y si en su corazón siente a Alá cuando le dirige sus plegarias. No obstante, tras meternos en el refugio… -Achmed tuvo que parar unos instantes, como si algo en su interior se hubiese roto y acabado con su paz habitual.

Ahora, toda la sala estaba en silencio, y le escuchaba con atención. Incluso Marcial se había tranquilizado y le escuchaba con la boca entreabierta. Achmed permaneció unos instantes en silencio hasta que su mujer lo tomó de la mano, dándole fuerzas para continuar.
-Veréis, como todo religioso, sentía algo especial cada vez que rezaba, cada vez que entraba en una mezquita. De hecho, cuando me fui a ver la Meca durante mis vacaciones, me sentí desbordado por ese sentimiento mientras paseaba por la ciudad sagrada, mientras contemplaba las antiguos y esplendorosos templos… incluso cuando rezaba en casa, sentía ése algo. Pero tras meternos bajo tierra… ese sentimiento, desapareció. No es que mi fe se debilitase, o al menos no la noté hacerse más débil. Simplemente, ya no estaba ahí. Incluso cuando salí de allí dentro, ya no sentía a Dios dentro de mi corazón; es como… bueno, la verdad es que… no me atrevía admitirlo hasta ahora, pero me siento como si Dios, no, como si todos los Dioses nos hubiesen abandonado. Lo que quiero decir es que no quiero convertiros a mi religión… porque siento que la he perdido. Los Dioses se han ido, y ahora debemos aprender a valernos por nosotros mismos. Y lo único que podemos hacer es ayudarnos los unos a los otros.

Nadie hablaba. El Caminante sólo escuchaba las palpitaciones que su pulso en la cabeza, que a cada instante le dolía más. El silencio duró un tiempo que parecía imposible, hasta que el sonido de un fuerte cacareo lo interrumpió.

-¿Qué le pasa ahora? ¿No estará enferma, verdad?
-¿Qué te pasa, Marcial? ¿No decías que tenías gallinas en tu casita del pueblo?
-Sí Dora, las tenía… pero nos las cuidaba un vecino.
-No está enferma...-Dijo Dalla- Es más, yo diría que se encuentra perfectamente. ¡Mirad!
Metió la mano en la jaula, que por suerte tenía los huecos entre barrote y barrote lo suficientemente grandes para ello, y saco un pequeño objeto blanco, que alzó triunfantemente por encima de su cabeza.
-¡Un huevo!
-Rayos, Achmed tenía razón. Sólo es una gallina sucia, no vieja.

Más tarde, durante la madrugada y de vuelta a sus respectivas camas, el Caminante y el médico caminaban juntos en silencio, hasta que Ángel decidió romper:
-Bueno –dijo Ángel- creo que Achmed acaba de demostrarnos que está más que capacitado para ser el padre de nuestra gran familia… Oye, parece que ése dolor de cabeza tuyo no mejora.
-Oh, cielos… Ángel, tengo que contarte algo.
-Mira tío, sé que estoy cañón y todo eso, pero no eres mi tipo.
-No es eso hombre, es algo serio joder…
-Perdona… dime.
-Verás, ¿sabes porque sé que no me dio la viga? Porque no me tocó.
-Brillante deducción.
-No, me refiero a… mira, la viga no me tocó. Ni yo la toqué. Sé que la empujé, pero no toqué la maldita viga.
-No, no la empujarías. La viga no estaría destinada a chocar contra mi cabeza, sólo que a lo mejor desde tu perspectiva si que parecía así. Vi como corrías en mi dirección, y esa cara que pusiste… era como si supieses que no ibas a llegar a tiempo. Pero ya ves, no estabas equivocado del todo; no llegaste a tiempo, pero la viga no me cayó encima.
-Ya, pero… no sé, yo sentí como la empujaba. Este dolor de cabeza… es como si me hubiese pasado un día entero en un gimnasio. No sé si me explico.
-Por supuesto; te pasaste varios días inconsciente cuando llegaste aquí, ¿o es que no lo recuerdas? El dolor de cabeza te vendrá provocado por el esfuerzo que hiciste al ponerte a correr de repente, y eso tras pasar tantos días inactivo.
-Sí… supongo que tienes razón…

Eso espero… porque si es algo más, no tendré con qué atenderte, amigo mío. Las palabras estuvieron a punto de surgir de la boca de Ángel, pero decidió cerrarla para evitarle más preocupaciones al Caminante.

Eso espero…
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