XI

12 de Febrero de 2012

-¡Agua, señores, agua!
-No hace falta que digas eso cada vez que veas a la policía si no estamos haciendo nada ilegal…
-Ya, pero es divertido ver cómo te asustas y te pones a mirar alrededor como un suricato asustado.

Se encontraban en la terraza de la cafetería de la universidad. Era una mañana fría, aunque lucía un sol que incitaba a soñar con la primavera. Se encontraba junto a su compañero Alberto, con el cual iba yendo a la misma clase desde primero, el cual se había convertido desde la fiesta de bienvenida para los novatos en un camarada inseparable de farra y juerga. Aunque se dio cuenta desde el principio del carácter bromista de Alberto, siempre se las apañaba para darle algún que otro susto en el momento menos esperado, y justo en aquel momento lo hizo, cuando pasaba un coche de la policía por la carretera que estaba próxima al campus, la cual se podía ver desde donde se encontraban, mientras tomaban el desayuno. La práctica habitual de consumir alcohol en la calle, además de otras nefandas sustancias químicas, había hecho que reaccionase inmediatamente ante cualquier indicio de la presencia inminente de que los bienhallados protectores de la ley. Así que para alguien que se consideraba un ciudadano de bien, o que fuese un simpático idiota inconsciente como Alberto, era bastante divertido dar ese tipo de falsas alarmas sólo para ver como reaccionaban los demás. Su compañero aún se estaba riendo, él en cambio aún no se había recuperado del susto, y se había llevado una mano al pecho inconscientemente.
-Joder Berto, no me des estos sustos con la que nos espera… ¿Por cierto, qué asignatura nos espera?
-TCI… o sea, Teoría de la Información y la Comunicación.-dijo Alberto.
-¿Esa no es la que dicen que es tan difícil de aprobar?
-Sí pero no te creas que es porque el contenido es difícil, aunque también es verdad que lo es… Los del año pasado me han comentado que el profesor que da esta asignatura, el tal Bahamonte, es un hijo de puta integral, y por lo que dicen también un maldito fascista.
-Bueno… Nos ha tocado uno de los mejores-dijo Él.
-Si eso fuese lo único… Muy poca gente ha conseguido aprobar su asignatura a la primera, y los que lo consiguen no son precisamente unos lumbreras.
-Entonces, ¿Cómo es que se la quitaron de encima a la primera?
-Nadie lo sabe. Se sospecha que este hombre en realidad usa el método del paraguas.
-¿El método del paraguas?
-Ya sabes: se abre un paraguas, se deja en el suelo boca arriba, se tiran los exámenes al aire, y los que caen dentro del paraguas aprueban.

Siguieron hablando de otras trivialidades hasta que terminaron el desayuno, momento en el cual se levantaron y se dirigieron al aula en la que les correspondía dar clase; cuando llegaron, el pasillo estaba lleno del resto de alumnos que al parecer esperaban a que el profesor Bahamonte llegase para abrir la puerta: no obstante, al acercarse comprobaron que la realidad era otra: la puerta del aula estaba abierta, pero ante ella se encontraba el profesor con una lista en su mano, con la cual iba llamando de uno en uno a la gente que contaba en ella; al parecer, hasta que no se hubiese mencionado el nombre de uno, el acceso a clase estaba prohibido por tan temible cancerbero. Cuando les tocó su turno les miró de cabo a rabo, como si los escanease con los ojos, buscando algún arma peligrosa que pudiesen alterar el orden de la clase, hasta que les hizo la seña para dejarles pasar. Una vez dentro, se sentaron en el mejor sitio que pudieron encontrar, justo en primera fila, y esperaron a que el resto de alumnos terminase de entrar. Cuando debían estar todos los que al parecer debían estar, fuera de la clase se escuchó un revuelo provocado por algunos alumnos que no podían entrar y por el propio Bahamonte: al parecer, el profesor no estaba dispuesto a dejar entrar a nadie que no se hubiese matriculado en su asignatura, y eso incluía a los oyentes, que por el hecho de haber pagado la matrícula base de la universidad, tenían derecho a asistir a cualquier clase aunque no constase en su lista.
-Te lo dije, es un gilipollas integral-le susurró Alberto.
Finalmente, el profesor consiguió despejar la puerta del aula, aunque no sin alguna amenaza de denuncia al consejo escolar. Luego, se dirigió al estrado y se empezó a hablar, presentándose a todos los presentes:
-Buenos días, soy el profesor de Teoría de la Información y la Comunicación, y mi nombre es Arturo Bahamonte, y no “Francisco” como algunos de vuestros compañeros me llaman de forma extraoficial.
-Le llaman “Paco Bahamonde”, ya sabes porqué-le susurró de nuevo Alberto.
-¿Sí? ¿Algún comentario que deseen realizar?-preguntó el profesor dirigiéndose a ellos.
-Uh… No, disculpe.
-Bien, como iba diciendo… El propósito habitual del primer día suele ser repasar los objetivos generales de la asignatura, así como asignar un horario de tutorías… Pero si me lo permiten, hoy me gustaría hablar de otra cosa.
<<Como ustedes mismos sabrán, gran parte de los profesionales que han cursado su carrera se dedican al mundo del periodismo y de la información radiotelevisiva. Sin embargo, en lo que quiero llamarles la atención especialmente es en el hecho de la acción informativa: quizás la mayoría de ustedes no lo sepan, pero los más mayores recordamos como en este país, antes de la aparición de la televisión privada, sólo teníamos unas cuantas cadenas públicas, las cuales tenían sus servicios informativos que, al igual que la propia cadena, estaban financiados por los fondos del estado. Antes de que ninguna empresa o consorcio decidiese los contenidos que se emitían en televisión, estos servicios informativos nos daban las noticias con rigor y con un punto de vista completamente neutral. Muchos de ustedes se preguntarán porqué les estoy explicando esto. La razón es bien sencilla; hoy en día se ha perdido ese rigor informativo. Estoy hablando, concretamente, de la visión de victimismo que parece extenderse en los medios de comunicación hacia determinadas regiones del mundo, sobre todo tras los últimos sucesos. Empezó con el atentado con el camión cargado de explosivos en Berlín: todos recordaremos, sin duda, las imágenes de la Puerta de Brandemburgo casi totalmente destrozada, una imagen que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. ¡Y los medios de comunicación europeos dijeron que aquello fue culpa de las restrictivas políticas económicas alemanas hacia los países más “desfavorecidos”! Apenas un par de semanas después, ocurrieron los terribles disturbios raciales de París. Desde aquí tengo que reconocer que al menos algunos medios franceses, los medios que desde siempre mantuvieron el rigor periodístico, tuvieron el valor de decir que esos sucesos fueron provocados por los inmigrantes de tercera generación, y no por la política de exteriores francesa, como dijeron los medios de comunicación más manipulados. Y hace poco más de dos meses, un dictador se alzó con el poder del país con más recursos del planeta. Un dictador que, por mucho que lo intenten ocultar los medios más izquierdosos, es un islamista radical, un bárbaro que no tiene los valores morales y civilizados de occidente. Son esta gente, esta que ahora viene a nuestro país, con nuestro gasto público, los que vienen a chupar nuestro esfuerzo y dinero para luego irse y provocar todo ese daños, la que acabará con la civilización a nivel global…>>

Mientras el profesor Bahamonte soltaba todo ese absurdo discurso retrógrado, le dio la impresión de que se dirigía concretamente a Él, sobre todo cuando empezó a referirse a los inmigrantes que llegaban allí. Se dio cuenta de que el profesor no se estaba percatando de que su discurso empezaba a ser sospechosamente similar al del dictador loco de El Congo, lo cual le dio una idea para contraatacar y darle su merecido:
-…Y mientras aquí en nuestro país, se saturan las sala de espera de los hospitales mientras se les da preferencia a esos…
-Perdone, profesor Bahamonte-cortó Él-Pero quisiera interrumpirle para apuntar algo. Para hacer un inciso, si usted lo prefiere así.
Cuando el profesor le escuchó hablar pareció sorprenderse sobremanera, como si no se esperase oír su voz, o como si no supiese que podría ser capaz de interrumpirle de forma educada. Rápidamente, el profesor recuperó la compostura, y le preguntó, casi a regañadientes:
-¿Sí? ¿Qué deseas decir?
Cayó en la cuenta de que, mientras que al resto de la clase se dirigía de usted, a él lo estaba tuteando.
-Bueno, como usted bien ha dicho, el dictador de El Congo, el tal Mob, Mubo… digo, Mboto Temwo-el nombre siempre le había costado de pronunciar-es un religioso radical, ¿Cierto?
-Así es.
-Así que supongo que estará de acuerdo en que, la gente que inició los disturbios raciales de París, fuesen quienes fuesen, también eran de ideología radical, ¿no?
-Correcto.
-Entonces, si podemos supones que todos los hechos que ha mencionado usted están movidos por un misma razón, por una causa común… Sería muy fácil suponer que el atentado en Berlín fue ni más ni menos que obra de un grupo con unas ideas que podrían considerarse…
-Alto, un momento-interrumpió el profesor-¿A dónde quieres llegar?
-La idea es muy sencilla: ¿No es posible que, los ideales opuestos a occidente como los llama usted, no sean la principal causa por la que, básicamente, el mundo se vaya a la mierda?
Aquel arranque de sinceridad provocó algunas risas en clase, y es que no conocía una mejor forma de expresarlo. Además, si la había, no le interesaba conocerla, a menos que fuese más directa. A pesar de todo, el profesor Bahamonte no se reía.
-¿Ah, no? ¿Y cuál puede ser la causa, según tú?
-Yo creo que para que surja un conflicto deben haber como mínimo dos partes enfrentadas, y cuanto más aferradas estén cada una en sus respectivas posiciones, más cruento será el conflicto. En definitiva, el verdadero problema son las ideologías extremistas y radicales, tanto en occidentes como en el resto del mundo.
-Me temo que no estás en lo cierto. Si en todo el mundo predominase la misma ideología, por muy extrema que fuese, no habría ningún conflicto…
-Eso no es así, y usted lo sabe. Si sólo existe una ideología, terminarían por aparecer más subideologías, que terminarían por enfrentarse con la idea principal. Y estoy seguro de que este problema sólo se agravaría si la ideología principal fuese radical, o al menos radical en comparación con otras.
-Sabes que eso no es cierto-replicó el profesor-mi ideología defiende a este país, y son unos ideales que han existido desde mucho antes de que tú nacieses.
-Puede que en otros tiempos fuesen unos ideales apropiados, sobre todo en tiempos de guerra y de confrontaciones continuas. Pero hoy en día, esas ideas ya no sirven.

El profesor Bahamonte no pudo responder, al menos no inmediatamente. Cerró con fuerza la mandíbula, apretando los dientes, pero sin dejar exteriorizar el disgusto que le carcomía por dentro. Tenía las manos apoyadas en la mesa, y apretaba los puños con fuerza. Finalmente, con un gesto de desdén, con un tono que parecía dar la impresión de darle poca importancia al asunto, dijo:
-Dejemos estar el asunto. Sabía que era imposible llevar una discusión argumentada y civilizada contigo era imposible.
-Un momento…
-No, cállate. ¡Es por culpa de la gente que viene de fuera, de los sucios inmigrantes como tú, que Europa se esté pudriendo por dentro y cayendo en una espiral de declive y autodestrucción!

Se hizo un silencio sepulcral en clase. Todos habían contenido el aliento, sobre todo los veteranos que habían tenido que repetir la asignatura. Era la primera vez que el profesor Bahamonte atacaba directamente a un alumno, al menos de esa forma. Incluso el propio Bahamonte permaneció en silencio, aunque en su cara se empezaba a dibujar cierta expresión complacida, al ver que había puesto a todos los alumnos en su sitio. No obstante, su dicha duró poco. El silencio fue bruscamente interrumpido por las carcajadas que empezaron a surgir de Él. La expresión del profesor fue cambiando de la complacencia a la irritación:
-¿Se puede saber qué es tan gracioso?
-Vaya… es la primera vez que me llaman inmigrante, Me habían dicho de todo, pero ¿inmigrante? Oh, dios, es realmente divertido.
-¡Yo no le veo la gracia!-dijo el profesor, cada vez más furioso.
-¿Lo ve? El problema es su mente cerrada, su ideología radical. Esas ideas anticuadas y poco razonables le han impedido pensar con claridad y ver cono ojo crítico. ¿De verdad que no le ha extrañado en ningún momento que yo no hablase con acento extranjero?
-No lo entiendo…
-Claro que no. Es usted un fascista que sabe dar discursos, pero no sabe analizar la situación y pensar en consecuencia. Solo sabe hacer y decir lo que le han dictado. Que no le engañe mi aspecto, profesor… No soy inmigrante, soy adoptado. Y le diré más; no recuerdo nada de mis padres ni de mi país de origen, fuese el que fuese.

Cuando terminó de hablar, se fijó en la cara que ponía ahora el profesor Bahamonte, la cual era todo un poema. Estaba pálido, y tenía los ojos clavados en él. Estaba claro que había herido su orgullo, pero a pesar de todo, no podía evitar sentirse satisfecho por haberle dado su merecido.
“Te he dejado frío, cabrón…”



Día 408 tras el Apocalipsis

Era una noche fría en el granero de la aldea. Se encontraban todos los que pudieron acudir tras el desastre que se tragó la mitad de la aldea: no estaban todos los supervivientes, ya que por un lado estaban los heridos a los que se les había aconsejado guardar reposo, y por otro estaban los que tenían que cuidar de ellos. Todo aquello hacía que el número de presentes fuese mucho más reducido que en reuniones anteriores. Algunos llevaban vendas o parches, o incluso se podía ver algún brazo en cabestrillo; la mayoría eran remiendos que tuvo que hacer Ángel de la mejor forma que pudo, ya que si cuando llegaron a la aldea tenían poco material médico, justo antes de que ocurriera el desastre tenían aún menos. El número de rostros sonrientes era aún más bajo, completamente nulo. Ni siquiera se encontraba presente la risueña Dora, la cual habría tenido, con toda seguridad, el comentario adecuado para levantar el ánimo a los presentes; sin embargo, se había presentado voluntaria para cuidar a una pareja de niños que habían resultado heridos, los cuales la necesitaban más que el resto de adultos de la aldea. No hubo nadie que pusiera ninguna objeción.

Sin embargo, sí que se encontraban allí el marido de Dora, Miguel, así como Achmed, Ángel, Marcial (que ahora lucía un parche en el ojo), y otros, a parte del Caminante. En ese momento estaban centrados en la lúgubre tarea de contabilizar a los habían desaparecido, y peor aún, a los que habían fallecido.
-Bueno-dijo Achmed, que estaba apuntando los nombres de aquellos que ya no estaban en una pizarra-¿Me dejo alguien?
-Sí-dijo el Caminante-Luca; cuando yo lo encontré aún estaba vivo, pero falleció poco antes de que pudiese liberarlo de los escombros.
-Y Camila-apuntó Ángel.
-Sí, Camila. La encontramos debajo del cadáver de Luca; al parecer, se echó encima de ella para protegerla de los cascotes que se vinieron abajo. Por lo visto no fue suficiente…
-En fin…-reanudó Achmed-¿Se sabe algo de los desaparecidos?
La pregunta no estaba exenta de sentido. Algunos de los habitantes de la aldea se encontraban justo encima de la tierra que se abrió bajo sus pies; no obstante, habían pasado dos días y no se les había encontrado aún. Sin embargo, nadie albergaba esperanzas de encontrarlos con vida; lo único que se esperaba era poder recuperar los restos mortales para poder darles sepultura.
-Hemos estado buscando, pero no hemos encontrado nada-dijo Marcial-al menos, fuera del agujero.
-¿Sugieres que tendríamos que bajar?-preguntó Achmed.
-Bueno, bajar no, pero… Creo que al menos ya sabemos dónde podrían estar, y además… Bueno, creo que nadie sobreviviría a una caída desde esa altura.
-Creo que eso no lo podemos saber si no lo averiguamos-dijo una voz femenina desde el fondo de la sala-además, hay gente que quiere recuperar a sus seres queridos…
-Pero, ¿Y si se han hundido en el agua?-dijo otra voz-¿Cómo los vamos a encontrar si están en el fondo del foso?
-Creedme, tengo experiencia en esto-dijo Ángel-y si ese fuese el caso, los acabaríamos encontrando; puede incluso que los veríamos desde arriba.
Se produjo cierto silencio que el Caminante atribuyó al hecho de que todos necesitaban algo de tiempo para asimilar la poco agradable información que les acababa de brindar el médico. Nadie quería afrontar la visión de encontrar a los desaparecidos flotando en el agua, hinchados y podridos… Sólo hubo una persona que se atrevió a romper ese silencio.
-Creo que hay razones para pensar que siguen vivos-dijo el marido de Dora.
Todo el mundo se giró hacia Miguel, ya que al parecer nadie esperó que se rompiese el silencio así. Achmed fue el primero en salir de su estupor:
-¿Por qué crees que es eso posible, Miguel?
-Bueno, veréis… Resulta que mi mujer me comentó que, mientras estaba en la cocina, le pareció escuchar algo… Como si alguien pidiese ayuda.
-¿Pero no podría haber sido alguien de la aldea?-preguntó Marcial.
-No, en eso está segura de que no, porque la ventana de la cocina ahora da directamente al agujero. Y ella me dijo que escuchó varios gritos que venían de allá abajo.
Se produjo un breve silencio mientras todos terminaban de digerir aquello. “Si lo que escuchó Dora era cierto, aún había alguna esperanza de encontrar a los desaparecidos con vida…” Estaba el Caminante enfrascado en esos pensamientos cuando Ángel interrumpió el silencio; al parecer, el médico tenía las mismas dudas que Él y quería compartirlas:
-Perdona Miguel, pero… ¿Crees que podemos fiarnos del oído de tu mujer? No quiero decir que no me fío de su palabra; tú sabes que todos la tenemos en gran estima, pero no sé chico: estaba trabajando en la cocina, y a lo mejor con todo el jaleo se pudo haber confundido…
-Bueno, esto que voy a deciros no os lo había dicho antes, pero…-se calló un momento y tomó aire-Veréis, mi mujer tiene el oído de un perro, o de un lobo-Alguien del fondo soltó una carcajada-y lo sé porque la habitación y la cocina de nuestro viejo piso daban al patio de luces…
<<O sea, que no había cotilleo que no se le escapase. Incluso se enteró de que le di a uno de nuestros hijos dinero a escondidas, y eso que nosotros estábamos en el primer rellano, y ella en el último. Y vivíamos en un edificio de siete plantas.>>
Esta vez nadie dijo nada porque todos se esforzaban en contener la risa, cosa que no todos consiguieron porque se pudo escuchar alguna risilla, o incluso se podía ver algún rostro sonriente tras los largos días de luto.
-Por favor… no le digáis a mi mujer que los que os he contado.
-Bien Miguel, tienes nuestra palabra de que no le diremos nada a Dora-dijo Achmed-De todos modos, he de recordar a todos los presentes que aunque ahora tenemos alguna prueba de los desaparecidos siguen vivos, no sabemos cómo vamos a bajar.
-Aun así Achmed,-dijo el Caminante-tenemos que bajar. Si no te parece que el rescate de la gente que se cayó al vacío es suficiente razón para ir, te recuerdo que el pozo se ha vaciado por los temblores. Y ahí abajo hay agua, mucha agua.
-Pero no podemos arriesgarnos a bajar y que esa agua no sea potable-la voz femenina que habló antes volvió a intervenir-propongo que si bajamos ahí, que analicemos ese pozo antes de hacer ninguna tontería.
-Me temo que eso no va ser posible, Tallulah-dijo Ángel-¿Tienes tú un test de Empédocles?
-Parece que olvidas que antes me dedicaba precisamente a eso-dijo la mujer.
-Esperad, ¿Alguien puede explicarme que es un test de Enpero… lo que sea?-preguntó Miguel.
-Empédocles-Corrigió la mujer a la que Ángel se dirigió como Tallulah-El nombre viene de un filósofo griego… Es un test para comprobar la potabilidad de una muestra de agua rápidamente, sin tener que llevarla a un laboratorio. Aunque es un método muy reciente, se ha demostrado que es fiable el noventa y nueve por ciento de las veces. Lo crearon cuando la situación mundial empezó ser crítica… o mejor dicho, cuando todo estuvo a punto de irse a la mierda.

El Caminante se fijó en ella: no deberían llevarse muchos años el uno del otro, pero le dio la sensación de que era más madura que Él en algún aspecto. Llevaba el pelo rizado y largo, y era de color negro como el azabache. Era un tanto extraño, ya que daba la sensación de llevarlo pulcro, impecable, a pesar de la evidente falta de agua. Acababa de poner los brazos en jarra, de modo desafiante, como si quisiese resaltar su desafío a la pregunta que acababa hacer el pobre Ángel, del cual era difícil saber si estaba en estado de shock o sorprendido por su arrebato. Tenía el cuerpo atlético de una deportista, el cual parecía destacar por su postura pendenciera. Le recordaba de alguna manera a la protagonista de una película barata explotation de los ochenta.

“Es tan diferente de ella…”

-Vuestro entusiasmo es realmente un gesto que se agradece-reanudó Achmed-pero debéis recordar que aún no sabemos cómo vamos a bajar hasta el fondo del foso.
-¿Hay algo que podamos usar como equipo de escalada?-preguntó Tallulah.
-Bueno… creo que sí.-intervino el marido de Dora-Me suena que en el viejo almacén hay material de obra, y recuerdo haber visto arneses y cuerdas, de los que usan los obreros cuando se suben al andamio.
-Genial, creo que puede servir.-Tallulah relajó su postura y se mostró más animada-Siempre que esté en un estado aceptable, claro.
El Caminante se dejó contagiar por el ambiente que estaba empezando a animarse. No obstante, tuvo que recordarse la cosa que vio arrastrarse en aquel barranco… Había hablado anteriormente con los demás de ello, y estaba la posibilidad de que aquella cosa no estuviese sola…
-Creo que sería conveniente organizar una partida de búsqueda. Un grupo, quiero decir. Quien sabe lo que podríamos encontrar allá abajo…
-Bueno, si vemos que ese equipo está en condiciones para ser utilizado, entonces ahora tendríamos que decidir quién tiene que bajar. –Dijo Achmed, el cual avanzó un poco hacia el centro de la sala y preguntó dirigiéndose a todos los presentes-¿Alguien se ofrece voluntario?
-Ya que creo que soy la única que sabe utilizar un equipo de escalada como es debido, debería ser la primera en ir.-dijo Tallulah-Además, soy la única que sabe hacer un test de Empédocles para comprobar el estado del agua.
-En ese caso-dijo El Caminante-creo que debo acompañarla. Mi primer intento para encontrar agua fue… inquietante, como recordaréis. Creo que tengo la obligación de ayudar a buscar agua para la aldea, cueste lo que cueste.
-Bien-respondió Achmed-pero debéis recordar que lo primero es encontrar a los desaparecidos…
-En ese caso, supongo que yo también tendré que ir. –Dijo Ángel- Alguno de los desaparecidos podría estar en estado muy grave, y necesitarán toda la ayuda que les pueda dar –bajó la cabeza y se quedó mirándose las manos –aunque sea muy poca.
-Pero Ángel, ¿No crees que los heridos que tenemos en la aldea podrían necesitarte más?
-No lo creo, Achmed; la mayoría de ellos ya están todo lo estables que podrían estar, y se las pueden apañar siempre que tengan a alguien que le cuide, al menos para lo más básico. Además, la verdad es que no puedo hacer más por ellos con el poco material que tenemos, pero creo que eso ya lo sabes.
-Bien-sentenció finalmente Achmed-a mí me parece que ya tenemos un equipo que se podría considerar bastante consistente. ¿Alguien más se quiere presentar voluntario, o que desee comentar algo?
Por un momento nadie dijo nada, hasta que por fin Marcial decidió romper el silencio:
-Esperad, aún no puedo creerme que vayamos a enviar ahí abajo al único médico que tenemos.
-Bueno Marcial-respondió Achmed-Ángel ya nos ha dicho que nos podemos apañar sin él, y que es más fácil que alguno de los desaparecidos lo necesite más urgentemente…
-Esa no es la cuestión-cortó Marcial-¿Pero qué pasaría si tuviesen un accidente mientras juegan a los escaladores? A mí no me parece que las paredes de ese agujero sean las mejores para hacer deportes extremos.
<< Además, aún está el asunto de la cosa con tentáculos que vio nuestro nuevo amigo, que todavía no nos ha dicho como se llama, por cierto. Aún no sé si creerte o no, pero si es verdad, si es bicho que vio es de verdad, yo no enviaría a nuestro médico a lo que debe de ser su nido, o como quiera que se llame la vivienda de esa cosa. Va a necesitar protección. >>
Cuando terminó de hablar se puso en pié, dejó salir un resoplo y agachó la cabeza. Cuando empezó a hablar de nuevo, lo hizo sin apartar la vista de sus pies.
-Va a necesitar protección-repitió-y da la casualidad de que yo tengo una escopeta de caza y unos cuantos cartuchos. La guardaba por si alguna vez veía algo que pudiese cazar, aunque de momento me ha servido de bien poco.
-En ese caso, que se la podría dejar a uno de ellos…
-No Achmed, una escopeta no es un juguete que se lo puedas dejar a cualquiera, y creo que estarás de acuerdo con eso.-Finalmente, Marcial levantó la vista-No queda otro remedio: tengo que ir con ellos. Además, si hubiese que cargar a algún herido a la espalda, yo soy el único que podría hacerlo: estos chicos son demasiado enclenques para algo así.
-Creo que es buena idea que venga con nosotros; no sé si lo que vi podría ser agresivo o no; aun así creo que no es el único peligro al que podamos enfrentarnos frente al cual podríamos necesitar protección.-Marcial asintió después de que el Caminante dijese esto, pero no dijo nada: le daba la impresión de que no se fiaba de él.
-En ese caso-concluyó Achmed-creo que cuatro es el número adecuado para nuestro grupo de búsqueda.

“Pero recordad esto: no deis por supuesto nada, ya que nadie de nosotros sabe lo que nos espera…”

Licencia Creative Commons
Maitreya por David Pàrraga Sanfèlix se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://maitreyalanovela.blogspot.com/.