IV

9 de Diciembre de 2011

-No hombre, el tío ni siquiera es negro del todo…
-Según me han dicho, ni siquiera nació allí. Sus abuelos sí que eran nativos, pero él no. Además, dicen que estudió en Oxford y todo.

Era la hora de comer, entre las clases de la mañana y las de la tarde. Habían ido a su bar favorito, ya que, a pesar de que la cafetería de la universidad ofrecía unos precios asequibles y una comida medio decente, se llenaba hasta los topes a esas horas, y el hecho de alimentarse tranquilamente era algo utópico. Además, uno no podía ver allí la tele, porque no había. Hay mucha gente que prefiere comer sin televisión ni radio… pero él no era de ésos. La tele siempre ayudaba a abrir un tema de conversación cuando ocurren esos silencios tan incómodos, justo cuando la gente está concentrada en su plato, o en su bebida. Lo único malo era encontrar algo decente que mirar entre tanta telebasura, aunque por suerte, como eran habituales de la casa, casi siempre les dejaban el mando para que sintonizasen la cadena que les viniese en gana…

En las noticias, otro dictador loco y con ganas de comerse el mundo, acababa de hacer público un comunicado en el que, literalmente, se burlaba del resto de países y, hablando en plata, los enviaba a la mierda, porque su pueblo había roto las cadenas de los señores del imperialismo europeo y americano. Lo más curioso de todo es que hablaba de liberarse de los imperios, cuando él mismo se había proclamado “El Emperador Elegido Por Dios Y Por El Pueblo”.

Por alguna razón que nadie era capaz de comprender, ese hombre insano y con aires de grandeza era capaz de resaltar las mayúsculas (y los símbolos de puntuación en general), ya no sólo cuando soltaba uno de sus discursos, sino también cuando hablaba.

Apenas dedicaron cinco minutos del informativo a los desvaríos de aquel hombre. A continuación, la recauchutada presentadora de las noticias se puso a hablar de las últimas tendencias de la pasarela de Nueva York o de algún sitio así…

-En fin, otro que acabará derrocado en pocos meses...
-¿Ah, si? ¿Quieres decir como Fidel Castro o el Chávez?

Toda la mesa rompió en carcajadas. El era el único que tenía unas ideas más o menos izquierdistas presente en aquel momento, pero el comentario le salió perfecto para la ocasión. Aunque reconocía que, para nada estaba de acuerdo al hecho de que un político llegase al poder para llevar una revolución al país, y después se quedase para toda la vida… aquello era cargarse por completo la idea de una revolución del pueblo.

-Oye, pensaba que tú estabas de acuerdo con la “Revolución Cubana, chico” –Dijo uno de sus compañeros de clase, imitando en la última frase el típico acento caribeño.
-No, si en lo que son los principios, estoy de acuerdo… Pero, lo que no me parece nada bien es la forma en la que se han acabado llevando a la práctica.
-Si es que eso es lo que acaba pasando siempre. Cuando una llega al poder, se olvida de las razones que lo llevaron ahí y se acaba corrompiendo, y pasa de velar por los intereses del pueblo, a pensar sólo en todo el dinero que puede ganar uno mismo.

El que acababa de hablar era Ramiro, el mayor de la clase. Como solía pasar en las universidades, o al menos en las universidades europeas, en casi todas las clases habían estudiantes de todas las edades, y eso incluía a gente que no pudo estudiar en su momento y tuvo que esperar a tener más liquidez bancaria. Y en el caso de Ramiro, tuvo que esperar hasta los cuarenta años para poder volver a estudiar.

-Mirad, chicos, el abuelo ya está chocheando- comentó alguien.
-Decid lo que queráis, pero al final siempre acaba ocurriendo lo mismo. Si no, preguntadle aquí al amigo William, y que os diga él lo que pasó en su casa.

William era el estudiante de intercambio sudamericano. Disfrutaba de una beca que le permitía estudiar medio curso aquí, y medio curso allí cada año, por lo que siempre que él y los suyos venían, organizaban fiestas de “auto-bienvenida” a las que todos estaban invitados, razón por la que quizás conseguían siempre hacerse muy populares y bien acogidos entre el resto de compañeros.

-Bueno, nuestro ex presidente era un corrupto, sí, pero los tribunales consiguieron juzgarlo y encerrarlo. Ramiro en parte tiene razón, pero ustedes deben tener en cuenta que al final se acaba descubriendo el pastel, como dicen acá.

Se quedó pensando en lo que había dicho William mientras los demás ya habían cambiado de tema. Si bien era cierto que había un momento en la historia política de todo país, en el que un dirigente corrupto llegaba al poder y sus acciones repercutían muy negativamente en la economía estatal, al final, siempre por una razón o por otra, bien mediante la vía legal o la mismísima revolución, acababa pagando sus crímenes. No obstante, aquello significaba volver otra vez al punto de partida, con lo cual, vendrían políticos más honrados, pero también más imbéciles caraduras con ganas de llenarse los bolsillos de pasta. Se preguntó si aquello sería como una gran rueda que gira sin parar, que nunca tendría fin.

Algo que nunca cesaría…


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Día 385 tras el Apocalipsis

El Universo entero nunca cesaría su movimiento. Desde dónde estaba, todo parecía sumiso en la más absoluta y tranquila quietud… pero cada galaxia, cada constelación, cada sistema solar, cada planeta, cada continente, cada organismo, cada célula, cada molécula, cada átomo, y cada electrón, neutrón y protón estaba en movimiento constante, si uno se ponía en la posición correcta.

Afuera ya no soplaba el viento.

“¿Qué significa todo esto?”

Tenía ante él toda la creación. Pensó que alguien, tuvo que ponerla ahí, al igual que alguien lo había puesto a él frente a todo. “Sólo Dios Sabe”, dijo su madre. “Vale, pues… ¿Dónde está Dios?”. Buscó con la vista a alguien. Ya no buscaba a Dios, buscaba a su madre. Ella se había vuelto un poco más creyente con el paso de los años. Por lo tanto, debería de saber dónde estaba.

Afuera ya no soplaba el viento.

Le dio una vuelta alrededor. Era algo enorme, muchísimo más grande de lo que pudiese haber imaginado, aunque no era infinito. Incluso, tuvo la sensación de que poco a poco se iba haciendo más grande; primero por un lado, luego por otro, por arriba, por abajo, o por todos los sitios a la vez. Era sencillamente algo precioso, lleno de luz, de oscuridad, de frío, de calor, de vida y de muerte. Y a pesar de todo, le dio la vuelta como si él fuese más grande aún. En comparación, el universo entero no era más que una pelota en sus manos.

Afuera ya no soplaba el viento.

“Me siento como un niño con un juguete nuevo”. No obstante, cuando fue a cogerlo, se detuvo. Era muy bonito, sí, y deseaba jugar con él, pero… “¿Qué es lo que se supone que tengo que hacer?”. Buscó a su padre, pero sólo encontró su habitual rostro con el ceño fruncido. “Ya eres un hombre. Debes buscar tus propias soluciones.” El rostro se fue. Miró a su alrededor. Estaba él sólo. Él sólo contra el universo.

Afuera ya no soplaba el viento.

Buscó en su biblioteca personal, donde se guardaba todo lo que los hombres habían almacenado desde los inicios del mundo, pero estaba todo hecho un verdadero desastre. Sólo se encontraba con los libros que habían sido consultados más veces, pero llegar a los demás era algo completamente imposible. Cogió el primero que pudo alcanzar. “Inspección Táctil Tras Reconocimiento Visual”, rezaba la portada. Volvió a estar frente al Universo. Lo vio. Seguía moviéndose y expandiéndose, con su enorme variedad de luces, colores, formas y sombras. Tal vez tocarlo le podría decir algo más sobre él.

Afuera ya no soplaba el viento.

Extendió su mano. Le faltaba nada para sumergirla en aquel hervidero viviente, pero algo se la retiró al instante. Fue como un tirón, como si alguien le hubiese cogido el brazo y se lo hubiese sacado de allí. “Pero si yo sólo quiero tocarlo…” Se giró. No había nadie detrás de él. “A lo mejor es que hay alguien que no quiere que lo toque. Seguramente sea Dios. A Dios no debe gustarle que alguien le toque el Universo, con el trabajo que debió costarle.”

Afuera ya no soplaba el viento.

Pero, si Dios no quería que él pudiera tocar el Universo, ¿por qué lo puso ahí? “A lo mejor es que quiere que mire sin tocar, como en un museo”. Estaba en aquel museo de ciencias que visitó en el colegio, cuando aún era muy pequeño. Un vigilante muy, muy alto no lo dejaba de vigilar, pero no se movía para nada de su sitio. Ante él, había un mineral precioso: era una roca con millares de cristales incrustados, todos de color azul, pero con mil y una gamas diferentes, desde al turquesa al marino. No entendió muy bien la explicación de la guía, porque él sólo quería admirar aquella belleza que la propia naturaleza había creado, poniendo en ella todos sus sentidos… menos uno. Levantó su mano, la acercó poco a poco… “¿Cómo serán esos cristales de duros? ¿Se romperán cuando los toque, me cortarán, o se doblarán como si fuesen de goma?”.

Afuera ya no soplaba el viento.

Nunca pudo saberlo. Antes de que sus dedos llegasen siquiera a rozar la superficie del mineral, aquel temible guardia soltó un carraspeo, y lo miró fijamente a los ojos. Era la primera vez que se asustaba tanto con una simple mirada. “Bien, pues voy a mirar, sin tocar ni hacer nada más.” Clavó sus ojos en aquel maravilloso caos, acercándolos poco a poco a él. Conforme se iba fijando más y más, los detalles de aquella forma informe iban tomando más y mejor forma… pero alguien te tapó los ojos con las manos, y lo echó de nuevo hacia atrás. “¿Pero qué pasa? Si sólo estaba mirando… No comprendo nada…”

Afuera ya no soplaba el viento.

“Miras, pero no comprendes. Ése es tu problema”.
“Quiero comprender, pero no puedo hacerlo sin fijarme, y para eso tengo que acercarme.”
“Bien, pues acércate.”
“Pero es que no puedo. Hay alguien que me aparta la mano cuando quiero tocar, que me tapa los ojos cuando quiero mirar.”
“¿Y quien es ése alguien?”
“No lo sé… tal vez sea Dios.”
“…”
“¿Qué ocurre?”
“Obviamente, aún no estás listo para comprender.”
“¿Por qué?”
“Porque debes buscar a Dios.”
“¿A Dios? ¿Pero no se supone que puede ser intangible e invisible, como un ente que es? ¿Y si no lo encuentro?”
“Una búsqueda implica que puedas encontrar a alguien, así como no encontrarlo”.
“No entiendo.”
“Claro que no, porque tienes el estómago vacío, y con el estómago vacío es difícil pensar con claridad. Deberías despertar.”

Afuera ya no soplaba el viento.

Su madre se acercaba a él por el pasillo de casa, lentamente, y con una sonrisa en la cara. Sujetaba con las dos manos un olla grande con la tapa puesta, pero aún así, podía oler la deliciosa comida que había dentro. Destapó la olla y miró su interior, pero sólo encontró oscuridad, y la oscuridad lo encontró a él.

Afuera ya no soplaba el viento, aunque no sabía dónde estaba exactamente. Una luz tenue que provenía de alguna parte le permitió ver que estaba acostado en una cama, la cama más blanda y cómoda en la que había estado desde el ataque…

Miró un poco a su alrededor. Dándole la espalda había un hombre con una bata de color crema, que seguramente fue blanca hace mucho tiempo atrás. Cuando se dio la vuelta, vio que aquel individuo no era mucho más mayor que él: lucía una perilla un tanto rala, y llevaba gafas, algo maltrechas y sucias de polvo.

-Vaya, veo que al fin te has despertado. Te has pasado tres días durmiendo tan ricamente. Y suerte que teníamos aún viales, goteros y suero para alimentarte.

Se fijó en su brazo, y vio que era cierto: de él salía un tubo que iba a un gotero colgado en la pared.

-Menuda estupidez cometiste… ¿Es que no sabes que un hombre necesita beber, dormir y comer para sobrevivir? Tu caso de deshidratación y malnutrición tampoco era nada del otro mundo, pero… ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
-Eeh…

“Creo que dormí la noche anterior a mi encuentro con el Comerciante… ¿pero cuando fue la última vez que comí o bebí algo?”

-Nada, déjalo. Debes estar hambriento… ¿Porqué no descansas un poco mientras yo voy a buscarte algo de agua y comida?
-Eh, si, por favor…

Aquel hombre salió por la puerta, y al abrir esta, pudo ver que afuera era de noche.

“La verdad, es todo un alivio el haber encontrado por fin a gente. De estar sólo y en esta misma situación, ya habría muerto.”

Era algo que tendría que agradecer de todo corazón cuando pudiese hablar con aquella gente.

Lo agradecía de verdad…
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