V

12 de Julio de 2012

A quien quiera que fuese el (o la) que le dio tan buena estrella, le agradecería de verdad, y para toda la vida, el haber tenido la suerte de que no le hubiese pasado nada… o de que por fin aquello funcionase bien.

Hacía más de dos semanas que le habían inyectado la última dosis de la vacuna, y no había tenido ninguna reacción alérgica ni nada parecido. Quien iba a pensar que su madre tenía razón…

Era ya verano. Los exámenes estaban al caer y él estaba estudiando, encerrado en su habitación. No podía permitirse el tener que suspender más asignaturas si quería terminar el año siguiente, así que decidió apretar el culo al máximo, hincar los codos hasta que le sangrasen, y dar lo máximo de sí mismo hasta que aprobase todas las asignaturas de ésa convocatoria. Y por supuesto, no valía aquello de dejarse alguna para septiembre: el verano era para disfrutar, para pasarse el día rascándose la entrepierna, y llegar todas las noches muy tarde a casa tras haber disfrutado del frescor de cualquier sitio lo bastante apartado de la civilización como para no estar cerca del aún abrasador asfalto urbano. Además, tuvo la suerte de haberse gastado poco dinero ése año, por lo que no tenía que trabajar. “Aunque por otra parte, es una lástima: con las ganas que tenía de comprarme un portátil, no he podido por la dichosa crisis del coltán…”

Se quitó todos esos pensamientos de la cabeza, y siguió concentrándose en los apuntes que tenía frente a él. Había tenido la suerte de no caer enfermo por esas fechas como pasó el año pasado, y tenía que aprovecharlo… “Aunque he tentado al karma, como diría El Charlie”. Se le hacía hasta raro encontrarse no bien, sino en un estado de salud normal tras las desastrosas noticias que siguieron a los inicios de las anteriores campañas de vacunación. La primera no llegó a Europa (y mejor no hablemos de África), por suerte o por desgracia. Las noticias sobre una vacuna que protegía a cualquier persona sana de los efectos colaterales de un ataque a escala mundial, como lo llamaban por televisión, resultaron de lo más alentadoras, pero la esperanza duró poco cuando surgieron los primeros casos de gente que tuvo reacciones adversas. Hubieron incluso algunas muertes, que según los mandamases de la Organización Mundial de la Salud, fueron causadas por negligencias médicas. Nunca dijeron que es lo que hacía exactamente esa vacuna, ni cuales eran sus efectos, pero al principio la gente fue corriendo igualmente a los centros médicos a ser pinchada, debido a la histeria inicial. Tras todos esos incidentes, cesaron las vacunaciones, y empezaron a llover las preguntas, y tras ellas, las protestas por todo el mundo al haber dado a personas inocentes y asustadas algo que las podría haber matado. Cabe decir que junto a las preguntas y protestas, también llovieron unas cuantas piedras e incluso alguna petición para que rodase alguna cabeza… Pero al final todo quedó en un par o dos de dimisiones, unos pocos tirones de oreja, alguna reprimenda, y unos cuantos Os perdonamos, pero que no se repita, ¿Eh?.

“Y por supuesto, la gente se creyó lo de las muertes accidentales”, recordó, mientras levantaba la vista un instante de las hojas garabateadas para descansar un poco la vista.

Pero con la segunda, las autoridades no lo tuvieron fácil a la hora de quitarle hierro al asunto. Según decían, aquella iba a ser la definitiva. Esta vez decidieron no ocultar sus efectos a la población, o mejor dicho, decidieron explicar de forma sencilla sus efectos sin llegar a revelar su funcionamiento. Dijeron que tenía la maravillosa propiedad de hacer que un humano medio pudiese sobrevivir varios meses sin comer ni beber, siempre que realizase pocos esfuerzos físicos, como si fuese una planta o una seta, por lo que para sobrevivir, bastaría con meterse en una cueva o en un agujero lo bastante profundo como para evitar el contacto con todo lo que pudiese ser nocivo para la salud. Fue entonces cuando, ante la creciente desconfianza que reinaba entre la población, y la cada vez más posible tercera guerra mundial, las autoridades mundiales decidieron predicar con el ejemplo, eurodiputados incluidos. “Y a los pocos días, llegaron los picores y las cagaleras…”. Todos aquellos que habían decidido volver a morder el anzuelo, pagaron su osadía con disenterías y urticarias; fue un síndrome consecuencia del rechazo del organismo humano hacia la nueva medicina que pasó a conocerse como La Fiebre del Hongo. “Nunca olvidaré a aquel facha francés rascándose sin parar en pleno congreso”. Jamás se había reído tanto a costa de una desgracia ajena, y eso que aquel calvo bajito con mala leche no le había llamado la atención hasta entonces. Llegó incluso a hacer un video bastante cómico en el laboratorio de montaje, en el que transformó su insistente forma de rascarse en un baile contemporáneo al ritmo de música electro. Cris (la novia de Sid), en cambio, no tuvo la suerte de enfrentarse sólo a unos picores. “Pobrecita… se pasó cinco días con sus noches sentada en la taza del váter”. No hace falta decir que aquella vez el cabreo general aumentó de forma considerable, por lo que no bastaba con las sosas regañinas de la vez anterior: en esta ocasión tuvo que dimitir el mismísimo presidente de la O.M.S., aquel hombre italiano, quien se dice que también las pasó putas cuando sufrió él mismo las consecuencias de que habían creado.

Con la tercera y última, la cosa fue diferente; el ahora presidente de todos, o casi todos los médicos del planeta, era un hombre ruso con la mirada lo suficientemente fría como par dar la impresión de que era capaz de torturar a sus hombres hasta que consiguiesen la vacuna perfecta… y de experimentar con ella directamente con humanos, y no con ratas de laboratorio, como se había hecho hasta entonces. El caso es, que en vez de anunciarla a bombo y platillo, decidieron empezar a inyectarla de forma gradual, tanto por países como en cantidad de medicina inyectada, para asegurarse de que todo funcionaba como era debido. Primero en los Estados Unidos, luego en México, unas semanas más tarde en Canadá y el Reino Unido… Al parecer, esta vez decidieron que la mejor forma de promocionar la nueva inyección era usar el viejo y siempre efectivo boca a boca; que fuesen los propios pacientes los que anunciasen lo sana y segura que era la nueva cepa. “Tal y como hizo mi madre conmigo. Y hasta ahora, todo parece ir bien…”.

Pero lo malo era que, hasta ahora, la vacuna servía de bien poco.

Todo seguía igual que hacía unos cuantos meses, cuando salió la primera versión de la inyección anti posguerra, como la llamaban algunos. Aquel chalado mestizo medio subsahariano seguía vacilando al resto del mundo y profiriendo amenazas, sin hacer aparentemente nada peligroso; Comprar cualquier aparato electrónico se había vuelto insultantemente caro por culpa de las escasez de mineral azul con el que se hacían la mayoría de pantallas; Se seguía tirando el dinero del estado construyendo refugios en sitios donde antes habían obras abandonadas; Y para colmo, algún productor televisivo farlopero decidió, un año más, hacer una nueva edición de Gran Hermano.

Y sobretodo, no había estallado ninguna guerra, y el mundo tal y como se conocía no había llegado a su fin. Al planeta entero se la acababan de meter doblada por el culo una vez más para hacerle olvidar que lo estaban penetrando por la boca.

“No sé si es bueno o malo, pero parece que, como siempre, mi suerte y la del resto del mundo sigue sin cambiar.”

Se tuvo que recordar hasta entonces que la vacuna no le había hecho nada malo a su cuerpo.

“Bueno, tengo que reconocer que al menos mi suerte ha mejorado un poco”.


Día 389 tras el Apocalipsis

-He tenido mucha suerte al encontrarme con vosotros, la verdad.
-Muchísima más de la que crees. Lo raro es que no estuvieses ya muerto.

El que acababa de hablar era el tipo con gafas y barbilla rala junto al que se despertó unos pocos días atrás. Según se había presentado, decía llamarse Ángel y era el “más o menos” médico de la aldea, a la cual aún no le habían encontrado un nombre. Poner un nombre a algo nuevo es algo relativamente fácil, pero encontrar un nombre para algo que ya existía era otra cosa muy diferente. Encontrar un nombre perdido llevaba muchas complicaciones, como el perder la identidad de lo que queremos nombrar, o pero aún, encontrar un nombre que no le haga justicia. A pesar de todo, al menos el resto de personas presentes en la habitación tenían nombre, o eso le dijeron al Caminante.

El hombre de aspecto arabesco se llamaba Achmed nosequémás, y era algo así como el líder o cabecilla de los supervivientes que se encontraban allí viviendo. Junto a él se encontraba Dalla, su joven esposa. Achmed no era precisamente lo que se consideraría como un hombre mayor (o incluso atreviéndose, se podría decir que apenas era de mediana edad), pero había algo… algo indescriptible en él que lo hacía parecer no más envejecido, si no más mayor…

…Como si poseyese esa extraña aura que rodea a los viejos y sabios ermitaños que viven aislados en los rincones más inhóspitos del mundo.

El Caminante (que ahora llevaba ya algunos días sin apenas haber caminado mucho) los había conocido cuando iban a aquella habitación a traerle comida, agua, atenderle o, simplemente, preguntarle cómo estaba. “Con ganas de dormir un poco más”, decía los primeros días, y “mucho mejor”, cuando empezó a sentirse más descansado. Se presentaron tan pronto como les preguntaba por su nombre, y le contaron que la mayoría de ellos provenían de un refugio no muy lejos de allí, el cual tuvieron que abandonar al empezar a venirse abajo uno de los sectores de residencia. Algunos de los habitantes decidieron quedarse por temor a lo que les pudiese pasar en el exterior, pero casi todos decidieron que era más sensato morir al aire libre antes que encerrado y aplastado bajo tierra. Poco a poco, empezaron a llegar más personas, entre ellos, los pocos habitantes de la aldea en ruinas con la se encontraron el Caminante y el Comerciante hace varios días atrás.

Sospechó que la razón por la que se habían reunido todos a la vez allí no era para sólo ver si se había recuperado completamente, sino porque había llegado hora de que él empezara a hablar… y a contarles su historia.

Y en ello se encontraban. Quería darles las gracias por haberle ayudado, pero el comentario de Ángel el médico le había recordado cierta inquietud que despertó en él justo antes de encontrar aquella pedanía abandonada…

-Antes de seguir, quiero que me digas una cosa… ¿Qué probabilidades tengo de seguir con vida? –Dijo, dirigiéndose a Ángel.
-Bueno, yo diría sin equivocarme mucho que, a juzgar por tu estado de salud, como no te tires de un precipicio va a estar difícil eso de que te mueras. A no ser que decidas seguir haciendo ayunos y velatorios para… mmm, bueno, para lo que sea que los hagas.
-Quieres decir… ¿Qué no estoy enfermo?
-Te has pasado unos cuantos días durmiendo, y el resto descansado sin dar un palo al agua. Si eso no te cura de haber pasado varias noches en vela, entonces es que estás bien jodido… y que tienes otra cosa.
-No, a lo que me refiero es… bueno, no sé si os lo contaron los habitantes del pueblecito que hay al otro lado de las montañas, pero cerca de él había…
-Lo sabemos. –Dijo Achmed- Fue la razón por la que decidieron huir. ¿Te acercaste mucho?
-Sí pero… el caso es… que estoy vacunado.
Por un momento, todos permanecieron en silencio, esperando a que alguien dijese algo. “Pero, ¿Qué están esperando que diga yo?”. Ángel se encargó de eliminar aquel incómodo silencio.
-¿Y? ¿Cuál es exactamente el problema?
-Pues que… bueno, tenía entendido que hasta que no pasasen unos años, la vacuna no era efectiva al cien por cien, porque los factores exteriores tardarían en estabilizarse… o algo así dijeron en las noticias.
-Ya, pero… -Ángel entornó los ojos mirando al suelo, como si estuviese haciendo cálculos- Para que esos límites tuvieran que verse sobrepasados… Bueno, se podría decir que sobre la superficie de la tierra no se han visto nunca sobrepasados.
Y luego añadió:
-Mejor dicho, casi nunca.
-En fin, supongo que ahora me puedo quedar más tranquilo… Y que podré contaros mi historia.
Los otros tres asintieron casi al unísono.
-Yo tuve que salir de mi refugio por razones semejantes a las vuestras; teníamos un problema bastante gordo en el generador de energía. Así que… preferí salirme de allí antes que volar por los aires. –Esperó unos momentos para ver si alguien le preguntaba cualquier cosa, por si percibieron aquello. Al recibir solamente la respuesta de más silencio, prosiguió con lo suyo:- No recuerdo exactamente cuántos días hace de aquello… seguramente, meses.
-Un momento… ¿Estás diciendo que llevas varios meses ahí fuera? ¿Cómo te las apañaste para sobrevivir?
-Bueno, justo antes de que ocurriese todo, no sé si recordáis que en las Universidades daban cursos de supervivencia en condiciones extremas, sobretodo, para las condiciones extremas que se darían en caso de guerra…
-Ah, si lo recuerdo –Dijo Ángel- Me recomendaron apuntarme, pero yo nunca creí que llegaría a pasar nada.
-Bueno, yo tampoco lo pensaba. Pero daban créditos delibre elección, y mucha gente decía que aprobarlos era mucho más fácil de lo que parecía, así que decidí aprovecharlo… En fin, me pasé muchos días caminando, ehhh... –se detuvo un segundo; tenía que recordar que aquello no podría contárselo nadie- completamente solo, hasta que me encontré con el Comerciante, quien me habló de vuestro pueblo.
-¿El Comerciante? ¿Un tipo jorobado y con pinta de loco?
-El mismo. Me dijo que aquí cultivabais patatas… de hecho, creo que me trajisteis un puré mientras estaba en la cama.
-A duras penas, pero algo es algo. –En la cara de Achmed se dibujó una sonrisa pesarosa-.
-En fin, a los pocos días fue cuando encontré la aldea del otro lado de la sierra. Y de allí me fui directo hacia aquí.

Hubo otro de esos silencios. Cada de ellos parecía sopesar la historia que el Caminante acababa de relatarles. Se asustó al preguntarse a sí mismo si estaban pensando la posibilidad de tener que echarlo por falta de suministros o espacio. “Espero que no sea eso, tras todo lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí…” Y aún cabía otra posibilidad peor: que se hubiesen dado cuenta de… bueno, no de que mintiese, pero sí de que había ocultado ciertos detalles.

-¿Qué estabas estudiando cuando estabas en la Universidad?”
“Ahí está. Si no les soy de utilidad, me van a echar, y no tengo ninguna habilidad útil en un tiempo en el que no hay electricidad…”
-Estudiaba Ciencias Audiovisuales. Bueno, no pude terminar la carrera, todo esto me pilló mientras estaba preparando el proyecto de final de carrera…
-Entiendo…
-De todas formas, –Cortó Achmed, dirigiéndose al médico y a su propia esposa- estoy seguro de que nuestro amigo estará deseando conocer al resto. Cuando podamos, ya le buscaremos un lugar en el que vivir, y seguro que él nos echará una mano en todo lo que pueda para ayudarnos con la aldea, ¿verdad?
“Me tienen cogido por los huevos.”
-Oh, si. Por supuesto que os ayudaré. En lo que sea.
-Seguro que sí. Y ahora… Vamos, tenemos que presentarlo al resto, y esta noche cenaremos en común para informar de todas las novedades que puedas traernos, y así estarás al tanto de todo lo que ocurre en nuestra pequeña comunidad. Espero que vengas con hambre, ¡aunque no mucha, que vamos escasos! –La sonrisa pesarosa volvió a aflorar en su cara. Tras terminar, los tres se despidieron de él y salieron, dejándolo solo con sus pensamientos.

“Es curioso que dijese eso… ¿Hambre?”

“Hace varios días que no paso hambre, gracias a ellos…”

“Aunque claro… Creo que tampoco pasé mucha hambre mientras venía hacia aquí, tras el encuentro con el Comer…”

“Oh.”

“El Comerciante no me dio comida. Es más… yo no se la pedí. Entonces…”

“¿Cuándo fue la última vez que pasé hambre?”


“¿Cuantas semanas llevaba yo sin comer antes de llegar aquí…?”.
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