I


APOCALIPSIS



Día 370 tras el Apocalipsis


El Caminante seguía avanzando por la tierra baldía, como había hecho otros tantos días.

¿O tal vez fueran ya meses?

En ese momento, ante él se extendían lo que puede que en otros tiempos tal vez fueran unas fértiles colinas de formas suaves y poca altura... Ahora, no eran más que dunas esculpidas de dura roca y polvo. Con la erosión, aquel paisaje acabaría por ser totalmente llano... y sin vegetación, el proceso sería más rápido aún. Pensó que tal vez debería encontrarse a unos 300 o 350 kilómetros de su punto de partida, pero sin mapas era difícil saberlo. Nunca en su vida había caminado tanto, y hubiera dado uno de sus ojos a cambio de una simple bicicleta.

Pero él seguía caminando, siempre hacia delante. Llevaba haciendo lo mismo desde que salió del refugio: caminar. Era como si las veces en las que se detenía para otra cosa que no fuese dormir o comer (cuando podía) nunca hubiesen ocurrido... ¿Tal vez las habría soñado?

Aun así, había que seguir hacia delante.

Por suerte, antes de que sucediese todo se había estado preparando: estudió como conseguir agua en casi cualquier sitio, y aprendió formas de obtener comida sin tener que cazar... Lo cual iba muy bien cuando no había nada para cazar.

Aún así, si no seguía avanzando, sabía que moriría. Pues él, al igual que el resto de humanos, necesitaba la compañía de alguien para sobrevivir. Así que debía avanzar hasta encontrar a alguien con quien hablar, alguien que no estuviese pulverizado, muerto, o peor aún, muriéndose...

"Joder, nunca tendría que haberlo hecho, no estuvo bien... si alguien lo supiese, nunca me perdonaría... pero ¡mierda! No era más que su último deseo, y... era... sólo era..."

No podía seguir pensando en eso, o acabaría por volverse loco.

De todas formas, no quedaba nadie a quien pudiera importarle. Nadie con planes de esperanza para que sus descendientes tuviesen un futuro mejor.

En definitiva, ya nadie tenía esperanza...

Nadie...


------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

1 de Abril de 2012


-Nadie cree que vaya a pasar nada, mamá...
-Me da igual lo que piensen los demás. Tú nunca has tenido miedo de estas cosas, no como yo... ¿Por qué tendría que ser diferente esta vez?

En eso tenía razón.

A lo largo de su vida, sólo tuvo miedo de ir al médico cuando era pequeño, apenas un crío mocoso y llorón, y debió hacer tanto tiempo de aquello que apenas lo recordaba. Desde que tuvo un poco más de sentido común (lo poco que se podría permitir un niño) nunca puso objeciones a una vacuna, un análisis de sangre o incluso alguna operación rutinaria, como cuando le quitaron una verruguilla del codo...

"No, pero esto es diferente. No me da reparo que me metan algo cuya efectividad lleva siglos demostrada, pero esto..."

-Bueno, ¿Y porqué debería hacer que me inyectasen una vacuna que no se sabe aún si es efectiva? -Esperaba que eso lo ayudara a evitar a que le metieran cualquier mierda rara en el cuerpo- Además, ya has visto en la tele a esa gente que ha tenido reacciones alérgicas...
-Uy, no te creas... Resulta que esta mañana han dicho por la radio que desde el lunes se está empezando a dar a la gente una vacuna que ya no hace nada malo. Y tenemos la suerte de que aquí están vacunando ésa mismamente.
-Pero mamá, yo no...-Iba a decir que no tuvo tiempo, que dónde estudiaba los centros de salud estaban saturados... pero las excusas ya no servían de nada cuando ella tomaba una decisión.
-¡Pero mamá, nada! Si no has ido aún, es porque cuando estás aquí te pasas el día metido en casa sin hacer nada de provecho.

"Bueno, dentro de nada habré terminado ver todas las películas de spaghetti western que necesito para terminar el proyecto de final de carrera... Pero sí, tiene razón: además de que me lo estoy tomando como un hobbie, ni siquiera le he llevado a imprimir las fotos de la comunión de la pequeñaja, y eso que fue hace dos semanas."

-En fin, supongo que tienes razón... -"Mejor darle la razón cuando se pone así", pensó- Iré el jueves que viene, que no tengo clase. -"Y así dejarás de darme la brasa".
-Muy bien...
-Pero que sepas que no va a pasar nada.


------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Día 373 tras el Apocalipsis


Nada especial ocurrió al día siguiente, ni al otro, como siempre.

En realidad, sería más correcto decir que nada llegó a ocurrir, tan sólo su acto constante e infinito de poner una pierna delante, desplazar la otra al frente y así continuamente.

No obstante, y contra toda probabilidad, pasó lo imposible, como cuando un matemático primigenio descubrió que había más números primos tras el irrompible 9. El sol llevaba pocas horas fuera, y en otros tiempos esa se habría considerado la hora del almuerzo. A lo lejos divisó una columna de humo.

Aún estaba en la misma región. Según lo que recordaba de un viaje que hizo en el instituto, por allí había una base aérea, por lo que es posible que algún vagabundo se habría refugiado en ella, o mejor aún, podría ser que incluso bajo las pistas de aterrizaje existiese algún búnquer o un refugio como el suyo... pero no creía haber topado con ella. "Además, los hangares se verían de lejos".

El Caminante se detuvo unos momentos e intentó clavar la vista en aquel diminuto punto. El humo era grisáceo, no era muy espeso, y se dispersaba a poca distancia del suelo, por lo que no estaba tan lejos como creyó en un principio... Lo cual significaba que provenía de una hoguera. "Y alguien la ha tenido que encender... a no ser que se trate de un escape de gas que ha prendido, o algo parecido. De todos modos, debería arriesgarme y probar suerte, sin precipitarme demasiado... a ver qué pasa".

Siguió acercándose tranquilamente, intentando dominar el ansia por descubrir el origen de aquel fuego, aunque le costaba trabajo no acelerar el ritmo; "Tranquilízate, joder, que te vas a llevar el gran chasco de tu vida si te emocionas mucho… O demasiado... Qué mierda de miopía, quinientos billetes de operación y sigo sin ver bien de lejos...".

Cuando le pareció ver lo que podría ser una especie de cabaña junto al fuego ardiendo, se dio cuenta de que tal vez sus esperanzas de encontrar a alguien con vida no eran vanas, al fin y al cabo. Valía la pena correr el riesgo, ya que tampoco le quedaba mucho que perder “Total, sería mejor que me matase alguien antes que morir de soledad.” Se paró donde estaba, se llevo las dos manos a la boca para ampliar su voz, y llamó, esperando alguna respuesta.

“Aquí no hay nadie, puto idiota…”

Algo se movió en la cabaña. De su interior surgió un objeto alargado y metálico que apuntaba directamente al Caminante. Tras aquella cosa, que era sin ningún tipo de duda un arma, salió un hombre vestido con harapos, con una capa pajiza sobre los hombros (puede que un viejo saco de arpillera), y otra tela más oscura a modo de turbante, para protegerle de las inclemencias del clima... O para ocultar la cara al recién descubierto desconocido. El hombre era menudo y encorvado, impresión exagerada por una joroba que empezaba a hacerse su sitio en lo alto de la espalda. “Me acabo de encontrar con un maldito lunático, y además armado. Justo lo que me hacía falta…”

-¿Quién va? ¡Le advierto que voy armado!
“Como si no me hubiese dado cuenta.”-Se le ocurrieron mil y una frases cachondas con las que responderle, pero decidió que lo más sensato en su situación era responder como es debido… sin llegar a decir demasiado.
-Solamente un viajero… desarmado.
El hombre del fusil puso el ojo en la mira telescópica. “Me está examinando desde lejos. Al menos no parece tonto…”
-Ya veo… ¿Y éste Caminante tiene nombre?
Iba a decírselo, pero se dio cuenta de algo que no había pasado por su cabeza hasta entonces.
-Realmente, ¿Tiene importancia cómo me llame?
-No… supongo que ya no.-Y entonces bajó el arma.-Yo también tenía un nombre, ¿pero de qué me serviría dárselo a alguien que no estoy buscando?
“¿Y eso? Tengo que intentar sonsacarle más…”
-Puedo… ¿Puedo acercarme a hablar ya, o aún no se fía de mi?
-Claro, muchacho… ven.

Hizo como le pidió: cuando llegó a su altura, aquel individuo se descubrió la cara, mientras lo miraba con sorpresa, como si aún no se creyese que aquello estuviese pasando de verdad, y no era en realidad una alucinación provocada por su propia locura. Tenía el rostro flaco, curtido por el viento, y quemado por el sol. Sus ojos azules tenían cierto brillo febril que en otros tiempos harían que a uno no le quedara más remedio que bajar la mirada, si no quería acabar apuñalado, o algo peor. “Ojos de enfermo… y de loco.”

-Antes me ha dicho que estabas buscando a alguien… ¿Cree que ha podido…?
-¿…Sobrevivir? –Tenía un marcado acento del este, aunque hablaba con fluidez- ¿Y porqué no? Decían en este país que la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?
-Cierto…-“Al menos, antes de que se acabara el mundo, eso era lo que pensaban todos”.
-¿Y tú? ¿Buscas algo… o a alguien?
-¿Yo? Busco un lugar con alguien. Alguna persona con la que pasar el resto de los días.
-Vaya, estás sólo y no te queda nadie, ¿eh?
-Así es… estaba en un refugio hasta que… -Por poco se le fue la lengua- bueno, hasta que tuve que salir.
-Sé lo que es eso. A mí tampoco me gusta pasarme media vida encerrado entre cuatro paredes, jeje.
“Menos mal, no se ha dado cuenta.”
-Y si no es molestia preguntar; ¿A quien…?
-A mi mujer y a mi hija. –Al parecer, al hombre no le gustaba dejar terminar a los demás- Se fueron con la madre de ella, mi suegra, que vivía como todos los jubilados con suerte de este país, en el levante, cerca del mar… allá, lejos de donde yo trabajaba.-Se calló por unos momentos, y se quedó mirando el suelo. Su rostro pareció ensombrecerse por la melancolía.-Antes de que pasara todo, yo trabajaba como transportista en el interior… Justo donde apenas había refugios, y donde más saturados estaban. Ella… ella pensó que lo mejor era abandonarme e irse a vivir con su madre, que no paraba de decirle lo seguro que era el lugar donde estaba y la gran cantidad de sitios para esconderse, con más comodidades que el Palace… Claro, por aquel entonces yo estaba seguro de que no iba a pasar nada, y la llamé paranoica, y ella me dijo que era un cabrón egoísta que no pensaba en su hija… Creo que nunca me lo perdonaré, yo…

Se vio interrumpido por los sollozos, y tuvo que ocultar el rostro entre sus manos.
-Si quieres que alguien te acompañe, o mejor, que te ayude…
-¡NO! -El tipo del fusil se puso de pié- No puedes ayudarme. Nadie puede… si las encuentro muertas, o nunca consigo encontrarlas… Si me acompañas sólo conseguirías terminar de nuevo sólo. –Se agachó, apoyó la culata del fusil en tierra, con la boca del cañón apuntando directamente a su cabeza- Si llegase ése momento…
-Entiendo…
-Además, a ti el destino te aguarda algo mejor -Sonrió. Entonces pudo ver que le faltaban algunos dientes, y los que le quedaban, estaban amarillentos. De repente, fue como si todas las penas del mundo desapareciesen de la cabeza de ése hombre. “Definitivamente, está mal de la cabeza”.- Decías que buscabas a alguien con quien compartir tu vida, ¿no? Pues vaya, estás de suerte. A unos tres días más o menos de aquí, hay lo que podría llamarse una aldea, aunque con los tiempos que corren, para mí es como la gran capital, jeje. Creo que es el sitio que no esta bajo tierra con más habitantes de la tierra. ¡Que digo! ¡Debe ser el único! –Aquel lunático se hecho a reír, con su risa psicótica… pero para los oídos del Caminante, que llevaba tanto tiempo si oír a nadie, aquel sonido era como música celestial- En fin, son buena gente. Les cambié un poco de la gasolina que tengo ahí dentro por comida y agua. –Levantó lo que podría llamarse puerta, de aquella tela sujetada con cuatro palos que podría llamarse cabaña, y vio algunas garrafas metálicas apiladas al lado de un viejo carretón. Decir que las provisiones que había ahí eran escasas, sería como decir que el sol ilumina y da calor.
-¿Y por dónde…?
-Sigue hacia el norte, justo la dirección que ya llevabas. A mitad camino, llegarás a un punto en el que te toparás con un bosquecillo de robles muertos. Pasa a través de él, y cuando llegues a un valle un tanto abrupto, tuerce hacia el oeste. Si partes ahora, llegarás antes del anochecer del tercer día.
-Bien, gracias por todo, compañero… -El Caminante se puso de pié- Si alguna vez nos reencontramos, ¿cómo debería llamarte…?
-Jeje, he cambiado gasolina por comida, así que en la antigüedad se me consideraría un mercader… Me gusta; El Mercader y su amigo El Caminante.
-Vale, Mercader… Espero que te vaya bien.
-Lo mismo te deseo, Caminante.

Se marchó en la dirección que le había indicado. No sabía quien había decidido que eran amigos, y desde luego, su psique estaba alterada (¿Antes o después de que pasara todo?)… Pero aquel hombrecillo le había caído bien.

“Solamente espero que lo de la aldea no sea un delirio suyo… O algo peor, una broma por haberle sacado lo de la mujer y su hija…”

“Nunca he soportado las bromas.”
0 Responses

Licencia Creative Commons
Maitreya por David Pàrraga Sanfèlix se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://maitreyalanovela.blogspot.com/.